…Familias numerosas, familias sin hijos, el divorcio, madres solteras, familias unidas, padres puteros, madres borrachas, negocios de familia, padres maltratadores, mujeres sumisas, hijos contestatarios, no hay nada más bonito que la familia unida, de buena familia, en familia, jefe de familia, familia real, familia monoparental, familias conflictivas, terrenos familiares, el matrimonio, las familias desestructuradas, familias huérfanas, familias en navidad. Bodas, bautizos. Cenas y comidas de familiares. Familias con pedigrí. Soltero, viudo, separado legalmente o divorciado. Joyas de familia, herencias, recuerdos de familia, una familia buena de toda la vida. El álbum de familia, tradiciones familiares, el hijo tonto, recetas de familia. La tía soltera, la madre viuda, el hijo muerto, el sobrino espabilado, el cuñado catedrático, el tío que murió en la guerra, la hermana listilla, la vergüenza de la familia, el día de la primera comunión, el secreto familiar, los genes, el parecido familiar, hijo solo hijo bobo, la familia política, el régimen patrimonial del matrimonio, la calificación de los bienes de los cónyuges y la suegra arpía. La madrastra cruel, la misma nariz que la abuela, la deshonra de la familia, la oveja negra, cosas de familia, en todas las casas cuecen habas, el hogar, la familia feliz. El hijo primogénito, el hijo adoptado, la madre primeriza, una familia tradicional, padres controladores. Unión libre y concubinato, derecho a pensión. El estado de familia, en estado de buena esperanza, el derecho de familia…
El punto de partida, el elemento generador de toda la praxis narrativa del proyecto que aquí presento, es la idea de familia, y la fotografía familiar. Como tropo, como lugar común y finalmente, como espacio en el que se deposita la conciencia de la identidad individual, que me sirve como táctica narrativa. Como concepto que va entrelazando en forma de rizoma cada fotografía entre sí, y éstas con el espacio, y cada unos de los elementos que conforman el cuerpo de la instalación.
La familia como común denominador, como espectro de identidad, como elemento omnipresente. Familia que aunque desintegrada, desestructurada o mutada en su concepto actual, es un elemento siempre circundante, que establece lazos, o más bien nudos, que nada tienen que ver con la consanguinidad, sino con lo valores de sociedad, y los atributos de lo simbólico.
Y es que el rey es rey, cuando tiene corona y trono, y la madre es madre, no ya cuando te pare, sino cuando te peina para que te vayas al colegio “hecho un pincel” -según el modelo anquilosado en los “telefilmes” americanos-. Pero hay más modelos igual de canónicos -un padre no es padre si no te pega o abusa, y un hermano no es hermano, si no roba al encantador benjamín de la familia para ayudar a pagarse sus vicios...se me ocurre pensar en la bonita estampa navideña que formaría la familia del Rey Lear en la cena de Nochebuena, con apasionadas conversaciones sobre la gestión de los terrenos de papá, en el abrazo amoroso que le daría Edipo a su mamá, o en ese valor tan simbólico llevado al extremo, literal, de lo de “carne de su carne”, que el cariñoso papá Saturno tenía con sus hijos, o cualquier otra historia de la mitología clásica o la iconografía religiosa de Padre, Hijo y Espíritu Santo; siempre argumentadas desde un narrar donde las historias de consanguinidades establecen y explican los aconteceres, de forma inseparable al término “familia”, definiendo esa idea de familia como lugar espectral, común y omnipresente, bien sea desde el organigrama Zeus/Era, desde el misterio de la Santísima Trinidad, o desde cualquier árbol genealógico de nuestra propia historia familiar.
La familia como estructura intangible que se va regenerando a la vez que genera residuo, poso; a la vez que compone documentos que la legitimizan.
Rosa Olivares[1] establece una relación significativa entre patria y familia, la patria como un lugar al que volver, pero también, como aquello que te da una nacionalidad, y al fin y al cabo eso es la familia, no sólo atendiendo a aspectos físicos y biológicos, sino como aquello que explica de forma inexorable hábitos y conductas. Familia no sólo como punto de partida, en un valor condicional de destino/herencia que te aporta un origen, sino también, como andamio que apuntala y sostiene toda una mitología de lo personal que se despliega a través de las imágenes (¿fotografías?) que forman el álbum de familia, como atributos de lo que en él se representa. La patria te da el DNI convirtiéndote en persona física, y la Familia, te da un “Álbum de fotografía” el cual, se supone preservará, afianzará y explicará la otra identidad que no te aporta el DNI.
Familia, como estructura social común a todas las culturas, reproducida y desarrollada en todas las religiones; familia como institución social aceptada, originaria y originadora de una idea identitaria de lo personal, construida a través de lo justificado desde unos antecedentes (genealogía).
La familia es una institución[2]. Un orden que más allá del ornamento de la Ley, y que en la fotografía de familia se ha ido moldeando y definiendo ya desde sus orígenes, en todo un código deontológico en torno a las imágenes que se van a encargar de preservar la “idea de familia”.
El álbum de familia dice y repite sin cesar: somos una familia armónica y feliz. La fotografía de familia convierte los buenos momentos en buenos recuerdos. El empleo de la fotografía familiar es una herramienta de construcción de los buenos momentos. El primer contacto con la cámara y con la fotografía, transcurre dentro de los límites de la fotografía del álbum de familia, por lo que sus reglas se aprenden de forma innata, y sus dogmas de forma natural, no produciéndose nunca un cuestionamiento de éstos.
La foto de familia a pesar de ser una práctica tradicional e ingenua, se sitúa más allá de un ideal estético, documental.
“…La fotografía familiar no es un documento ni en su finalidad ni en sus modos, sino que se trata de imágenes sentimentales que pretenden convertir en trascendentes las emociones de los momentos y de las personas sacándolos de lo cotidiano…”
Don Staler
El fotógrafo familiar no es un fotógrafo devoto. La fotografía familiar es un ritual más que una mera foto. Estamos tan acostumbrados a la rutina de sus ocasiones y de sus poses, a los estereotipos de supuesta inocencia que no nos interrogamos acerca de su significado, ni de las razones que sostienen su existencia y determinan su modo de ser. La fotografía familiar se encarga de jerarquizar y solemnizar la ocasión, convirtiendo siempre lo representado en ellas en liturgias. Las fotos de familia están investidas de un valor singular que las aproxima al fetiche: Poseen una cualidad que hace que deshacernos de ellas, romperlas, parezca un acto brutal e irreparable.
Fetiches que se retroalimentan de nuestra visión y que a pesar de que todos los álbumes de fotos son truculentamente parecidos -por lo estricto de lo dictaminado por el propio género-, delante de las fotos de una familia ajena tenemos la impresión de estar delante de algo muy conocido, por lo asimilado que está el código no experimentamos su valía del mismo modo que cuando estamos nosotros representados. Las colecciones familiares de fotografías son propiedad indivisible que se atesora, que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, y que pasa de generación en generación.
Las fotos de familia tienen un valor intrínsecamente ligado a lo privado. Son imágenes que la familia produce de sí misma para sí misma: no significan nada para otros fuera del referente sentimental, mágico, que lo convierte en fetiche. El interés de la fotografía familiar cambia cuando es vista fuera de la familia que la genera. Una foto de esta índole fuera del hábitat originario se convierte en otra cosa, donde el nivel de cognición de lo representado es más atribuible a la carga simbólica que toma como objeto, como cuerpo matérico y conceptual, -altamente connotativo- referente a la idea universal y genérica que la motiva. Aunque no sea una foto de tu familia, el hecho de ser fotografía familiar la legitimaza como elemento de una fuerte carga poética y discursiva, valor incuestionablemente implícito por la capacidad de recurrir a lo íntimo.
“…el álbum de familia supone una relación privilegiada con el tiempo, una idea de que la identidad se construye a través de la continuidad y la memoria. Las imágenes mismas tienen status de icono: imágenes con aura y halo, irremplazables y cargadas materialmente de pasado…”
Juan Miguel Sánchez Vigil[3]
Rosa Olivares [4], dice que el único sitio en el que se puede encontrar esa imagen de “familia Feliz” anquilosada en el imaginario colectivo, aparte de en los altares laicos de las madres coleccionistas de fotos familiares, es un restaurante chino. “Familia Feliz” es un clásico plato de Chino “cutre” de menú del día 5 euros. Familia Feliz es un plato sin sabor propio, en el que se encuentran distintos ingredientes tanto carne como verduras, algunas gambas, pasta… en definitiva lo que va quedando en el fondo de las cacerolas. La comparación le sirve a la autora para establecer otro aspecto indispensable dentro de la construcción de la unidad familiar:
(… Tal vez en la vida como en los restaurantes chinos: cuando no sabemos si queremos pato, o no podemos pagar ostras, nos quedamos con la Familia Feliz. Al fin si todo el mundo lo pide y lo come no puede ser tan malo…)
Rosa Olivares[5]
Familia como matraz de relaciones humanas y modos. Familia, como caldo de cultivo donde los distintos elementos que la componen pierden en cierta forma su identidad individual para conjugarse en una amalgama amorfa y heterogénea, que ha de presentarse y resurgir como una forma sólida, bien definida, construida desde la bonita ilusión de amor incondicional.
Al final, siempre hablando de representaciones, de imágenes, de construcciones de una realidad que se forma con el fin de convertirse en emblema, en “imagen”, dentro de las dos acepciones del término, tanto la relativa a la de construcción visual, como a la de efigie sagrada. Ya que al fin y al cabo, el cabeza de familia, o la misma institución abstracta de familia en sí, escogerá como imagen representativa de ese módulo familiar, una imagen ejemplar, un retrato ejemplar -como los del siglo
XIX-, como iconos de un credo que adoctrine a los hijos de cómo deberían de ser o estar, y es que el padre elegirá la pose que ha de poner su familia ante el tiempo y las miradas ajenas, reivindicando su categoría y su estatus como cabeza de familia o como institución familiar en sí. Y es que el concepto de “Familia” se ha engullido a los miembros que la forman, constituyéndose como tumor amorfo, estableciéndose siempre como modelo, en continua definición y redefinición, que en cierto modo siempre provendrá de un canon, en una conversión a imagen.
“…me construyo en el acto de “posar”, me fabrico instantáneamente otro cuerpo, me transformo por adelantado en imagen (…) la fotografía crea mi cuerpo o lo mortifica…”
Roland Barthes[6]
“Nos construimos en imagen” -nos construimos en el acto de posar; bajo “la presión brutal de ser fijados” respondemos con la pose, disponiendo el cuerpo y los gestos a ser imagen; gestos que en el plano de la imagen son más significativos. Disposición a imagen que no sólo viene dada en el posado para una foto, donde parece más obvio, sino que es una construcción relativa a cualquier “puesta en escena”, en la que la familia haya de ejercer como tal -la fotografía familiar toma la misión de ser encarnación de este sometimiento: toda fotografía familiar dentro de los dogmas que la designan lleva asociada una conducta de ordenamiento-.
Colocando los retratos de la familia sobre el escritorio de la oficina decimos (a uno mismo y a los demás): “amo a mis hijos”. Decimos, también (a uno mismo y a los demás): “construí una familia feliz”, soy su jefe y su sostén. Siendo estas imágenes, simultáneamente, signos de éxito y de responsabilidad.
La foto de familia se exime de su compromiso documental. No nace en búsqueda de la verdad, sino como deseo y constatación de “familiafeliz” siempre alegre, no problemática y exenta de dolor. Siendo no material documental, sino un documento en sí.
El álbum de familia es un espejo que ha de devolvernos una imagen tranquilizadora de normalidad, eficiencia, decoro y orden.
1] Directora de la Revista Exit, en la editorial de la revista monografía entorno a artistas que vinculan su trabajo a la familia, Exit Nº 20, “Familia” 2005. [2] Familia en Derecho, es el grupo de personas unidas por vínculos jurídicos, en medida y extensión determinada por la ley: en definitiva “lo familiar de la familia” está Regulado por la Ley-. El vínculo biológico es el elemento primario, básico, pero el vínculo jurídico prevalece sobre el vínculo biológico, por más que se encuentre condicionado a él ya que lo califica. La calidad de miembro de la familia depende de la ley y en su definición dentro de una naturaleza jurídica siempre se plantean términos como sujeción, convivencia, parentesco, filiación: La idea de orden es inexorable a la idea de familia.- (3]“El universo de la fotografía”, Espasa, Madrid, 1999, p184. [4] Directora de la Revista Exit, Editorial de la revista monografía entorno a artistas que vinculan su trabajo a la idea de familia, Exit Nº 20 “Familia” 2005. [5] Directora de la Revista Exit, Exit Nº 20 “Familia” 2005. [6] “la Cámara Lúcida, nota sobre la fotografía”. Paidós Comunicación. Página 41