“Se disfrazaron de si mismos para parecerlo todavía más”
José Bergamin
Siempre “Autorretratos”. Donde la fotografía como medio primigenio para la investigación se convierte en el escenario, que da cabida a narraciones que -inevitablemente en primera persona- parafrasean lo relativo a una identidad sostenida desde la ironía, el sentido del humor y un exhibicionismo en el que el cuerpo y la cara se convierten en una “reconstrucción/deconstrucción del yo”.
En un juego con la identificación y la mímesis; en una representación de múltiples roles, personajes e identidades, en las que el disfraz se convierte en ironía crítica. El rostro como estrategia autobiografía, no ya sólo como último refugio de la identidad y de lo que nos hace reconocibles, de la diferencia individual, sino como territorio para la representación de la vida de los otros o con los otros.
Como estrategia plástica, una idea de proyecto, de proceso, que ya desde su definición formal ha de ser forzosamente biográfica, en una narrativa no del desvelamiento , sino de intersticios; en una forma de relatar que implica ausencias, omisiones y relaciones evidentes, que al final, hablan más de lo que no se cuenta, que de lo explícito en el texto plástico.
Utilizando la idea de familia como caldo de cultivo donde el investigador alterará las variantes para ver como reaccionan los componentes. La familia como un ámbito de lugares comunes, como contextualizador formal del proceso creativo en un “efecto mariposa”, donde los valores de sociedad y los atributos sobre lo que se sostiene la idea individual y firme de el “yo” respondan en enfrentamiento con los “alter ego”, que desde lo lúdico y cómico de todo el planteamiento formal, contestarán cuestionando la pregunta formulada de una manera irritante.
En un vínculo íntimo con el espacio (fotografía-instalación) que transfigurará las imágenes de mi trabajo en imaginería; y el lugar, el espacio, en escenario, en lugar de los hechos; donde términos relativos a la construcción -andamiaje, escenografía, sujeción, cimentación, habitación- se convierten en palabras clave del desarrollo de los recursos metafóricos y simbólicos de mi propuesta.
Trabajando siempre circundando a la idea de retrato. Retratos como género, pero también agenéricos, como algo que va más allá, e incluso “al más allá” de la mera representación. Un retrato habla de aquello que quieres enseñar, es un acto de exhibicionismo, surge del bienestar consigo mismo, o quizás de todo lo contrario. Puede ser el retrato de un antepasado, la materialización de un recuerdo; puede ser un retrato de familia, ejemplificador ante unos hijos de cómo deberían de ser o estar. Y es que el padre elegirá la pose que ha de poner su familia ante el tiempo y las miradas ajenas, reivindicando su categoría y su estatus como cabeza de familia.
La actitud, la postura, el posado en el que te exhibes para que todo el mundo te vea, escondiendo todo aquello que necesitas ocultar, pero también exponiendo una porción de ese secreto... dando a pensar qué hay en esa parte de la cara que no se ve cuando te pones de perfil, obligando a intuir al malpensado, que estás tuerto si sales en tres cuartos.
El problema, es cuando el tuerto enseña su ojo de cristal, la fea sus verrugas, el travestido sus pechos de goma, la familia a su oveja negra.
¿Qué oculta el que enseña dignamente su secreto? -haciendo cuestionar al malpensado, si es un acto de sinceridad, o por lo contrario el truco del mago, que mueve la mano derecha para evitar que miren a la izquierda, mientras hace el truco, mientras hace práctico el engaño.
Y es que, quizás, detrás del burgués retrato de familia donde todo el mundo sale sonriendo y bien vestido, puede haber una familia elegante y feliz, y no una truculenta estampa de padre maltratador y madre alcohólica -que el receloso esta obligado a ver por su pericia, pericia sobrentendida y obligada para el entendido-. Pericia que condiciona y repliega sobre sí misma la narración que vengo proponiendo; y desde aquí me sitúo para entender, explicar y reflexionar sobre mi trabajo:
-Desde el tópico, desde el estereotipo, desde una “comedia del arte”[1] como la de Copeau, donde todos los personajes son lanzados a la dramatización, a la vida, con la única pauta de interpretar el modo que les ha tocado, relacionándose unos modos con otros.
-Desde la mirada del malpensado.
-Desde la condena que supone asumir lo propio por sobrentendido, pero también desde el estereotipo que nos dice que no sabemos nada de nosotros mismos.
-Desde la irreal necesidad de cambio, marcada por el canon.
-Desde las posibilidades de lo idílico o lo trágico.
-Desde la necesidad de sentirse especial y querido.
-Desde el condicionante de lo físico y la posibilidades que presentan las circunstancias intrínsecas de lo que nos gustaría ser y somos.
-Desde una narración de identidad de género que se explique en relación a una masculinidad y a su representación, que apueste por la ambigüedad y la naturalidad y rechace ideas fijas.
-Desde una posición ante los géneros que explique los distintos modos posibles sin uno hegemónico, que se sustente sobre los demás.
-Desde una naturalidad buscada e interpretada desde artificios, donde el hecho natural se convierte en algo imposible de ser casual o inmediato, removiéndose entre ficción y mentira; entendiendo lo artificial y la artificiosidad como la única forma de vivir con naturalidad.
-Desde una realidad que se convierte en algo meramente anecdótico, que no da valor añadido, ni lo quita, haciendo de la mentira una forma de sinceridad innata que habla no de lo que somos, sino de por qué somos lo que somos y qué nos gustaría ser.
- Desde una idea de deseo que se mantiene como la única verdad universal, por el mero hecho de ser cambiante e irracional.
-Desde una memoria mentirosa utilizada como recurso plástico que dé excusas para existir a mis propuestas; remontándome a una realidad también ficticia, que se mantenga sobre lo que constituye lo que realmente es real.
-Desde una búsqueda morbosa entre los recuerdos e imágenes reminiscentes del pasado, que expliquen y cuestionen lo que soy.
“…La memoria es el territorio de lo ya sabido. La rememoración, la reminiscencia es una actividad activa. Se intenta recuperar algo que estaba, algo que se sabía pero que ya no se sabe, porque se ha olvidado (…) Rememorar implica un esfuerzo, o una búsqueda voluntaria entre los contenidos del alma…La rememoración implica un esfuerzo…”
Paolo Rossi [2]
[1] Estructura teatral en la que los personajes interpretan su papel con espacio abierto para la improvisación. Los actores tienen un repertorio de frases y bromas sobre los cuales construyen su papel a partir de un arquetipo.[2] “El pasado, la memoria, el olvido” Nuevas visiones, 2003 página 23-24.