Statement:

Mi búsqueda gira siempre en torno a la identidad y los atributos que sustentan la idea del “yo”: los dobles sentidos, las capas de significado, el diálogo con lo popular y el respeto hacia lo sencillo definen mis trabajos. La fotografía familiar se convierte en el eje vertebrador de mis propuestas, que derivan en instalaciones en el espacio en las que el espectador siempre es participe.

Imágenes que no son. Sergio Luna


[...] los significados de las fotografías no están condicionados ni limitados por las propias imágenes, pues el significado se reproduce continuamente dentro de los contextos en los que estas imágenes aparecen [1]
Hace algunos años en París habíamos quedado con unos amigos a cenar en un restaurante. Al lado de nuestra mesa había una pareja de japoneses que nos pidieron si podíamos hacerles una foto con su cámara, una instantánea tipo Polaroid. Al ver que los de nuestro grupo nos entusiasmamos bastante con la cámara, los japoneses se ofrecieron a hacernos también una foto. Nos levantamos y nos juntamos con la típica pose y todos sonreímos hasta que saltó el flash. De repente la cámara escupió la fotografía y nos la entregaron gesticulando para que agitásemos el papel hasta que la imagen apareciera. La pareja se fue al momento y nosotros continuamos moviendo el papel de vez en cuando durante un buen rato. La imagen nunca apareció, pero a pesar de ello conservo ese trozo de papel con el mismo blanco impoluto del primer día. Cuando miro esta fotografía me viene a la cabeza innumerables detalles: puedo recordar exactamente cómo era el restaurante, el orden en el que estábamos sentados, algunos platos que pedimos, los dueños del restaurante y su familia cenando en una mesa cercana, qué hicimos antes de ir al restaurante y lo que hicimos justo al salir... La fotografía, aun sin imagen, se erige como un dispositivo capaz de activar una sorprendente cantidad de recuerdos, como si esa pequeña ventana conservara una imagen latente que se positiva en nuestro cerebro permitiéndonos rememorar la experiencia acontecida. En este caso la fotografía no se postula como un mecanismo que construye la memoria en el sentido de crear imágenes mentales basadas en imágenes físicas, en imágenes fotográficas, como la mayoría de recuerdos que tenemos de la infancia o de un tiempo pasado, sino que se constituye como una fotografía que, convertida en objeto, nos invita a construir la escena a partir del recuerdo y la imaginación sin poder recrear la escena de una forma fotográfica.

El hecho de hacer una foto para recordar un evento, como el de la cena del restaurante parisino, y descubrir al rato que la imagen no ha salido, genera cierta frustración que recuerda a la sensación que tuvieron que sentir los llamados protofotógrafos[2] decimonónicos al ver cómo las imágenes que tanto tiempo y dificultades les había llevado capturar en un soporte fotosensible, se diluían poco a poco sin dejar ni rastro, o como mucho ofreciendo un leve vestigio de las líneas más oscuras; Imágenes que aparecen para luego desaparecer, como si estuvieran impresionadas sobre un soporte fotoluminiscente que se carga y descarga de luz lentamente. Un tipo de imagen inestable que se asemeja en cierta medida a la sombra, a la imagen temporal producida por la proyección de un haz de luz; pero también al cine más básico, podríamos decir. El origen de la imagen antes de la cámara oscura se emparenta con el mito de la dama de Corinto que, tal y como relata Plinio el Viejo, ante la desesperación por la partida del joven corintio del que estaba enamorada, dibujó los contornos de la sombra que producía su rostro sobre la pared gracias a la luz de una lámpara, con la intención de poder conservar así su retrato. La joven dama creó así una representación a través del dibujo silueteado que, a pesar de su indefinición, sería capaz de traer el recuerdo y la memoria de la persona ausente. El hecho de proyectar una sombra con una lámpara provoca una imagen en movimiento, un movimiento perpetrado por la llama que induce inquietud en la sombra.

Pensar una imagen en blanco, recrearla, construirla, se convierte en un acto individual que tiene que ver con la experiencia y el bagaje personal. Aunque la fotografía de París está etiquetada de forma vertical, seguramente se tomó apaisadamente para enmarcar a todo el grupo de gente, pero es muy probable que cualquier persona que se enfrente a esta imagen vacía antes visualice la torre Eiffel que a un grupo de amigos sonrientes en un restaurante, al estar condicionada su mirada por la verticalidad del formato y la leyenda manuscrita. Personalmente, cuando me enfrento a la fotografía en blanco, parece como si esta ventana vacía contenga todas las imágenes de aquel viaje, tanto del encuentro con gente que hacía

[1] Batchen, G. (2004) Arder en deseos. La concepción de la fotografía. Barcelona: Gustavo Gili, p. 17.
[2] Ibíd., p. 55.