Statement:

Mi búsqueda gira siempre en torno a la identidad y los atributos que sustentan la idea del “yo”: los dobles sentidos, las capas de significado, el diálogo con lo popular y el respeto hacia lo sencillo definen mis trabajos. La fotografía familiar se convierte en el eje vertebrador de mis propuestas, que derivan en instalaciones en el espacio en las que el espectador siempre es participe.

TotArt '10 - Col·lectiva



Obres d'Elena Cortés, César Ordóñez i Noé Bermejo.
Sala d'Exposicions de Picanya
Del 21 d'octubre al 14 de novembre de 2011
Horari: dilluns a dissabtes de 18.00 a 20.00h i diumenges i festius d'11.00 a 14.00

La representación del cuerpo humano ha sido una práctica habitual en el arte de todos los tiempos: desde la representación esquemática del arte primitivo, pasando por los cánones griegos de la belleza clásica, la imaginería religiosa, el uso de la imagen del cuerpo como reivindicación social y política, hasta las últimas y sofisticadas recreaciones digitales. No hay duda de que la publicidad ha encontrado también en la representación del cuerpo humano una herramienta de atracción sobre el público, encaminada en este caso a estimular la promoción y el consumo de bienes y servicios. La provocación ha sido y es una vía efectiva para llamar la atención sobre los individuos, que viven rodeados de estímulos visuales constantes, con infinitas incitaciones y gastadas fórmulas que anuncian una satisfacción personal que no llega. En algunos casos, sucede que una campaña publicitaria debe retirarse por haber sobrepasado los límites de lo políticamente correcto, bien por lo que se muestra bien por la carga que sugiere. Muy frecuentemente, ocurren situaciones de censura y autocensura en el ámbito de la creación artística a cuenta de la representación del cuerpo humano y de la desnudez, algunas saltan a los medios de comunicación como denuncia de un tipo de excesiva presión sobre los creadores , pero la mayoría de los casos se resuelven en el silencio de la frustración. Sin embargo parece que no se aplican los mismos estándares cuando se trata de los contenidos televisivos. Es habitual encontrar en la programación series y películas, emitidas a las cuatro de la tarde, con una carga erótica que no se encuentra habitualmente en las salas de exposiciones, y con una profusión de carne mayor que la que se exhibe en los mostradores de cualquier carnicería. Pero parece que aquí no hay problema, se admite y se tolera, aunque el potencial de audiencia de un programa de televisión es en general muy superior al público que visita una sala de exposiciones. Esta situación no acierto a decir si es positiva o negativa. Podría ser positiva en el sentido de que la televisión no se espera ya gran cosa y, por tanto, la degradación de sus contenidos y la profusión de ciertos signos de mal gusto es interpretada como un mal inevitable que convive con este medio de comunicación de masas, mientras que del arte socialmente se espera todavía algo. Pero sería una situación negativa si la interpretamos desde el punto de vista de la existencia de una autoridad pública, encarnada por políticos habitualmente desconocedores de la realidad de la creación artística contemporánea, que deciden arbitrariamente cuáles son los límites que puede o no atravesar el artista en su proceso creativo y de investigación. En su aspecto más positivo, la estima social y pública para la creación contemporánea, para compartir la expresión artística de nuestros congéneres como un síntoma de sensibilidad y de educación es algo que, francamente, hace tiempo que vemos alejarse en el horizonte de la realidad española. El público responde masivamente al llamamiento de los museos cuando lo que se muestran son joyas de la historia del arte, pero suele responder con desinterés a la mayor parte de las propuestas de los creadores que hoy, con su trabajo, están ya escribiendo unahistoria que será seguramente valiosa para interpretar nuestro tiempo. Es ahora, en momentos de crisis económica, cuando con más énfasis conviene recordar que la cultura y la educación no son un lujo, sino aspectos de primera necesidad para construir la realidad y un mejor futuro. Quien hoy en día ostentan responsabilidades públicas deben ser conscientes de que el arte contemporáneo no es un ornamento y que su exhibición es más que un acto social, es una forma de transmisión de conocimiento, una forma de estímulo de la inteligencia colectiva.



José Luis Pérez Pont